lunes, 21 de noviembre de 2011

La Castañera

La castañera nos visitó y nos sirvió unas ricas castañas.
Os dejamos algunas imágenes de las clases de 3 años.



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Visita al "Teatro Bulevar" La Bella y la Bestia


Os dejamos las fotos de la visita que hicimos el ciclo, al Tetro Bulevar en Torredolones con motivo de la reprentación teatral: La Bella y la Bestia.

Era la primera salida del curso, en la que los niños se portaron muy bien. Cantaron, bailaron y disfrutaron de la función.



domingo, 20 de noviembre de 2011


3. Sean firmes


En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Un límite firme dice a un niño que él debe parar con dicho comportamiento y obedecer a tus deseos inmediatamente. Por ejemplo: "Vete a tu habitación ahora" o "¡Para!, los juguetes no son para tirar". Los límites firmes son mejor aplicados con una voz segura, sin gritos, y una seria mirada en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: "¿Porqué no lleva tus juguetes fuera de aquí?"; "Debes hacer las tareas de la escuela ahora"; " Venga a casa ahora, ¿vale?" e "Yo realmente deseo que te limpies". Esos límites son apropiados para momentos cuando se quiere que el niño actúe en un cierto camino. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones "debe estar hecho", serás mejor cómplice de su hijo si les aplica un firme comando. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario.

4. Acentúa lo positivo

Los niños son más receptivos en "hacer" a lo que les ordenan. Directivas cómo el "no" o "pare" dicen a un niño que es inaceptable pero no explica qué comportamiento le gustaría en cambio. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("No grite"). Padres autoritarios dan más órdenes "no", mientras los demás están propensos a aplicar el orden con el "hacer".

5. Se mantengan al margen
Cuándo decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y le enseña el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.

6. Explica el porqué

Cuando una persona entiende el motivo de una regla, como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá mas animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño el porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón para el orden ayuda a los niños a que desarrollen valores internos de conducta o comportamiento- una conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifieste la razón en pocas palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño"; "Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos".

7. Sugiera una alternativa

Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intente indicar una alternativa aceptable. Por hacerlo sonará menos negativo y su hijo se sentirá menos desaventajado. De este modo, te empeñas en decir "no sé si te gustaría mi pintalabios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel en cambio".

8. Sea seriamente consistente

Una regla puntual para una efectiva puesta del límite es evitar una regla repetitiva. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.

9. Desaprueba la conducta, no el niño

Es necesario que dejemos claro para nuestros hijos que nuestra desaprobación está relacionada a su comportamiento y no directamente a ellos. No les estamos rechazando. Lejos de decir "Niño malo" (desaprobación del niño). Deberíamos decir "No muerdas" (desaprobación de la conducta).

10. Controla las emociones

Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos a sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma, y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina es básicamente enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si usted es extremamente emocional. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es llevar un minuto de calma uno mismo, y después preguntar con calma, "¿que sucedió aquí?". Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.

Poner límites es educar

Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites, es lo más importante:

1. Debemos tener objetividad

Es frecuente oír de nosotros mismos y de otros padres expresiones como "Pórtate bien", "Sé bueno", o "no hagas eso" Las expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si hacemos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado dice a un niño exactamente lo que debe estar hecho. "Habla bajito en una biblioteca "; "Da de comer al perro ahora": "Agarra mi mano para cruzar la calle". Esta es una forma que puede aumentar substancialmente la relación de complicidad de su hijo.

2. Ofrezca opciones

En muchos casos podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada de decidir como cumplir sus "órdenes". La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: "Es la hora del baño. ¿Lo quieres tomar con la ducha o en la bañera llena?"; "Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje, o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de decir a un niño exactamente lo que hacer.

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martes, 1 de noviembre de 2011

Recursos para trabajar los miedos.

Os dejamos algunos recursos para trabajar los miedos en la etapa de educación infantil.

  • CUENTOS:
- Marcos ya no tiene miedo

-¡Cálmate Boris!
- ¡Fuera de aquí, horrible monstruo verde!


  • VIDEOS O PELÍCULAS:
- Monstruos S.A












- ¿Dónde viven los monstruos?













  • JUEGOS:

Fuera miedos

Los miedos son emociones que se experimentan, y que a lo largo de la vida van cambiando.
La mayoría de los miedos son pasajeros, de poca intensidad y propios de una edad determinada.
 En pequeña escala, estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño o adolescente pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial.
 
    Sin embargo, cuando este miedo es desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento por parte del niño que lo padece y sus padres. El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas (ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo, etc.).
 
Algunos padres creen que sus hijos pueden sufrir un problema psicológico cuando estos les cuentan sus preocupaciones. Sin embargo, es propio del desarrollo del
pequeño pasar por etapas en las que estos temores -muchos de los cuales tienen el
componente fantasioso típico de la infancia- adquieren protagonismo. Su desarrollo
cognitivo les impide enfrentarse de forma racional a sus temores. Pero, a medida que
crecen, mejora su capacidad cognitiva y los miedos remiten.

¿Cuándo empiezan y cuáles son?
 
Los psicólogos estadounidenses Thomas R. Kratochwill y Richard J. Morris
establecen una tabla de los miedos infantiles considerados normales:
0-6 meses: pérdida súbita de la base de sustentación (del soporte) y ruidos fuertes.
7-12 meses: a las personas extrañas y a objetos que ve de manera inesperada.
1 año: separación de los padres, a los retretes, heridas, extraños.
2 años: ruidos fuertes (sirenas, aspiradores, alarmas, camiones...), animales, oscuridad, separación de los padres, objetos o máquinas grandes y cambios en el entorno personal.
3 años: máscaras, oscuridad, animales, separación de los padres.
4 años: separación de los padres, animales, oscuridad y ruidos.
5 años: animales, separación de los padres, oscuridad, gente "mala", lesiones corporales.
6 años: seres sobrenaturales, lesiones corporales, truenos y relámpagos, oscuridad, dormir o estar solos, separación de los padres.
Es fundamental tomar en serio a los niños. En su mundo infantil, el miedo a la oscuridad puede ser muy desasosegante. Es necesario que el niño sepa que tiene derecho a sentir temor. No ayudan comentarios como "venga, no llores, que no pasa nada", ni intentar convencerle de forma racional. Se puede decir al niño que aunque la luz está apagada no va a pasar nada, pero es aconsejable, mientras se da la explicación, consolarle de alguna forma, con abrazos, besos, caricias, etc.

No es recomendable forzar al niño a que se enfrente al miedo de forma directa con la esperanza de que lo supere de manera inmediata. Si un niño teme la oscuridad, obligarle a dormir con la luz apagada aumentará su ansiedad, casi con toda probabilidad. Es preferible hacerlo de forma progresiva: primero dejar una noche todas las luces encendidas para, en noches sucesivas, reducir la iluminación si el niño está cada vez más tranquilo. Los cuidadores, además, deben reaccionar con la máxima tranquilidad posible.

No hablar de los miedos del niño con otras personas cuando él esté presente, ya que esto le ridiculizará.
• No mimar al niño en situaciones en las que sepamos que tiene miedo.
• No comparar al niño con hermanos o compañeros que no tengan miedo a la situación que sí teme el niño, esto es muy perjudicial para él y sólo ayuda a infravalorar al niño y sentirse tan inseguro que sus miedos aumentarán.
• Si los adultos quitan importancia a la situación, en muchas ocasiones ese miedo desaparecerá.
No obliguemos al niño a enfrentarse a su miedo, ya que puede ser peor para él.
• La familia no debe hablar en casa de ese miedo sentido por el niño.
• El mejor modo de superar el problema es hacerlo gradualmente, consiguiendo pequeños acercamientos a la situación y reforzando los logros del niño. Es bueno también acompañarlo en situaciones ofreciendo un modelo directo, no verbal, es decir, ir con él, pero no repetirlo continuamente eso de “¿ves? no pasa nada “
• Vivir la situación del niño con tranquilidad, sin mostrar (al menos delante de él) preocupación o angustia. Recordemos que los comportamientos que el niño observa de los padres son los patrones que interioriza. Padres excesivamente preocupados pueden ser un mal modelo y aumentar la tensión.
• No forcemos al niño a efectuar aquellas conductas que teme. Hay que trazar un plan de forma que podemos crear aproximaciones sucesivas.
    Por ejemplo, un niño que teme a la oscuridad, no podemos pretender que lo supere inmediatamente por mucho que se lo razonemos. Hay que crear una gradación de situaciones para que el niño vaya progresando.
Tras la permanencia un determinado tiempo en una de estas
habitaciones podemos reforzarle con algún premio o efectuar alguna acción de su agrado. El próximo día probaremos en otra un poco más oscura. Hay que avanzar paulatinamente. 

• Una forma muy eficaz de actuar es mediante el modelado. Uno de los padres puede efectuar la conducta temida para enseñar al niño que no sucede nada. No obstante, el modelado es más eficaz cuando el modelo es de la misma edad del niño. En especial, terapias efectuadas en grupo de iguales para exponerse a los estímulos temidos(oscuridad, animales,etc.) han resultado muy eficaces en niños.

Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, delante de sus compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas.
Evitar el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores (si no comes llamaré a….; si no te portas bien se lo diré a…..). No se trata de aislar o sobreproteger al niño.


Hasta cierto punto el niño debe ir integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. No obstante, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento de los padres.

 Estas instrucciones son generales y deben ajustarse a la edad del niño y sus características.
 Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran
significativamente el funcionamiento del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo “normal” sino que deberían ser objeto de tratamiento especializado.